Y se ha llevado a la tumba todos los secretos de la discoteca y de una generación de moyobambinos.

La decadente Collpa, guardiana de amores y desamores de los noventa se resiste a morir también. La nostalgia del gran Miky, desde Inglaterra, le mantiene con respirador artificial.

La Colpa y Mori fueron inseparables.

Es más, tienen una historia de vida parecida. Pujante y dinámica en sus inicios y hoy, la primera, un fantasma y, el otro, difunto.

Apostado en su cantina, atendía a todos, cobraba, mentalmente calculaba el billete y el vuelto y al mismo tiempo divisaba panorámicamente el escenario.

Mori no era solo un barman.

Era el confidente de los decentes, pero, más de los indecentes, de los amantes y los despechados. Testigo mudo de los grandes amores y de las escenas más estúpidas que el alcohol puede provocar en los humanos.

Se sabía la historia de cada uno. Sabía el motivo por el cual estabas ahí, por la mirada, la forma de caminar, de vestir.

Cuándo en sus inicios habían los privados, cerca a los SS.HH, sabía, incluso, si te estabas tirando una cana al aire.

El alma de la Collpa ha muerto.

Por: Fidencio Alva Jarama